Época Romana
Las Minas de Remolinos fueron probablemente explotadas ya en época romana o incluso anteriormente, aunque los datos de esta época son bastante escasos, no apareciendo citado en las obras clásicas de Plinio o Estrabón, sí aparece ya, en cambio, una mención a la sal de Zaragoza en las obras del geógrafo musulmán Al-Razi.
Edad Media
Siglos V — XV
Avanzada la Edad Media estas minas comienzan a figurar regularmente en los documentos, especialmente en los de tipo legal. La causa de esto es la utilización de la sal, por reyes y gobiernos de todas las épocas, como una sustancial fuente de ingresos, mediante el recargo de impuesto o bien por monopolio.
Al final de la Edad Media hay constancia de la explotación de las minas de Remolinos de una forma bastante intensa por cuenta de los reyes de la Corona de Aragón, como el monopolio de abastecer de sal a Zaragoza, el monopolio se ejercía mediante almacenes dependientes de la Corona se les denominada «Almudíes». En esa época el principal estaba situado en Remolinos , en 1210 el correspondiente a Zaragoza estaba en La Puerta Cinegia, que más tarde se trasladó a la Puerta de Toledo (Andrés 1958), en el Siglo XVII estaba en la calle de las Salinas (Ximénez de Aragüés,1630).
Edad Moderna
Siglos XVI — XVIII
En 1585 Felipe II pasa por Zaragoza en su viaje por Aragón, Cataluña y Valencia, contrariamente a lo que se afirma en muchos sitios Felipe II no visitó las minas personalmente pero sí lo hizo un tal Herrique Cook, ballestero flamenco perteneciente a su séquito, además de visitarla, la describió en una relación manuscrita del viaje que se conservó inédita en la Biblioteca Nacional hasta que en 1876 se publicó de real orden, de la que se deduce el por qué el rey no estuvo en ella, según relata Cook «habiendo entrado en ella nos encontró luego un mal olor, moviéndonos casi al vómito, la razón es porque los que allí trabajan se ensucian donde quieren».
La mina funcionaba en régimen de arrendamiento y el rey recibía cada año 6.000 ducados de los arrendadores, los obreros, que eran unos 25, trabajaban a destajo y recibían un real por cada quintal (de 4 arrobas cada uno y equivalente a 50,5 Kg) de sal extraído, lo que les permitía obtener trabajando duro, 6 reales diarios. La sal se vendía en todo Aragón a 2/3 de real la arroba. Cook no debió de entender bien lo que le explicaron, es más probable que el sueldo diario fuera de 1 real (Cook, 1585).
A finales del siglo XVIII, la sal se mantenía como un producto estancado, siendo una de las mejores rentas de la Corona de Aragón, según Asso (1798). Así hasta el decreto de las Cortes de 9 de Noviembre de 1820, en la que se liberaliza su comercio a partir de Marzo de 1821, esto duró poco, ya que en 1822, se volvió a reestancar la sal.
Edad Contemporánea
Siglos XIX — XX
En 1835 desaparece la obligatoriedad de acopio, cada cual puede comprar la que quiera, pero a 52 reales la fanega, con algún descuento para uso industrial. Como resultado de ésto afloró el contrabando, por lo que los establecimientos salineros contaban con su propia policía. La de Remolinos estaba compuesta en 1958 por un comandante en jefe, un comandante segundo, un sargento, cuatro cabos, dieciséis dependientes de primera y ochenta y dos dependientes de segunda (Pastor 1880), es decir, un total de 105 hombres, la tercera fuerza en importancia después de las salinas de San Fernando (Cádiz) y Torrevieja (Alicante).
En 1870 al desestancarse la sal, el estado pretendió vender en subasta la mayoría de las minas de su propiedad, entre otras la mina de Remolinos, que fué tasada en 856.400 pesetas (Vicens, 1885). A partir de ése momento cualquiera podía conseguir una concesión en las proximidades de La Mina Real por 140 pesetas que costaban las tasas. En ninguna de las subastas de la Mina real se presentaron postores, hasta que en 1884 se tasó de nuevo en 30.000 pesetas, y ni aún así fué fácil su venta (Vicens, 1885). Sobre 1888 la «salina que fué del Estado», es decir, La Mina Real, fue vendida a D.Benito Giranta, quien la vendió en 1889 a D.Benjamín Nicholson (Romero, 1924), y éste a su vez, la cedió a la compañía inglesa «The Pure Salt Limited», luego «Purasal».
El transporte siempre había resultado un problema, el puente ni existía, y para transportar la sal a la estación de ferrocarril era necesario cruzar el río en barcas, en 1901 se instaló un cable de transporte del sistema «Roe» de 6,2 km., entre la mina «La Real»y la estación de Pedrola, dividido en dos tramos. El primero de ellos de 2,5 km., que iba desde la mina a las salinas y el segundo desde las salinas a la estación de Pedrola, cruzando el Ebro.